El futuro en la recta final hacia la COP26

“El Clima no tiene fronteras”, publicidad de la COP26 en Glasgow.

Hace algunos meses el sexto informe del Panel Intergubernamental de Científicos frente al Cambio Climático conocido por sus siglas como IPCC transmite un mensaje inequívoco: ya no hay dudas que la acción del hombre afecta el clima en el planeta, los ecosistemas y el equilibrio ecológico.

Desde el primer informe a mediados de la década del 90 la certidumbre fue aumentando. Comenzó siendo “probable“ la afectación de la acción humana sobre el clima, y hoy casi 30 años, seis informes y cientos de estudios científicos después “es inequívoco” el impacto de nuestro accionar como civilización sobre el ecosistema planetario.

Este último informe nos presenta dos reflexiones: por un lado que el conocimiento científico requiere tiempo, ensayos, errores, acumulación de información y prudencia frente a los datos.

Por otro lado, este proceso, que se dio en este tiempo, hoy nos enfrenta a lo inevitable y a lo urgente. Porque, por un lado, gracias a esta prudencia científica sabemos que el Cambio Climático es real, científicamente probado y se debe a nuestro accionar: lo inevitable

Por otro lado, dado que este proceso fue necesariamente prudente frente a la envergadura de la responsabilidad que significaba, tuvieron que pasar 30 años desde el primer informe para lograr la certeza científica, entonces también sabemos que el tiempo que resta para poder adaptarnos y mitigar los gases de efecto invernadero es extremadamente acotado: lo urgente.

Con estas certezas, lo urgente y lo inevitable, llegamos a la COP 26 de Glasgow, es decir  con la evidencia que nos obliga a tomar las decisiones necesarias a nivel global. El Cambio Climático es una amenaza global con impactos y consecuencias locales que en 2021 ya afecta al 80% del territorio del planeta (“across 80% of the world’s land area”). Esto quiere decir que estamos obligados a cooperar de manera global porque todos nos enfrentamos a la misma amenaza, inevitable y urgente.

Esto nos exige un nuevo nivel de concertación, de cooperación, de solidaridad, de empatía; es decir de humanidad.

Ante tal escenario, desde la Masonería Argentina venimos trabajando en poner la agenda climática como prioridad de nuestra Orden.

Llevamos al Senado nacional un Proyecto de Ley de Educación Ambiental, porque entendemos que es necesario construir una sociedad, una ciudadanía sostenible y eso comienza también desde la escuela. Pero también estamos midiendo la Huella de Carbono de nuestros templos, porque es necesario empezar hoy a construir un modelo de Desarrollo Sostenible como legado a las futuras generaciones. Es el mejor futuro que podemos dejar. 

Siguiendo la misma línea institucional, en el Hogar Bernardino Rivadavia y en muchas sedes de la masonería argentina estamos construyendo huertas, donde buscamos formar nuevos vínculos con el entorno y los recursos. Entendemos que el gran desafío civilizatorio del siglo XXI es ampliar los círculos empáticos y vincularnos de otra manera entre nosotros como seres humanos y con las otras especies con quienes compartimos el planeta. 

Durante la semana del 18 al 23 de octubre la Masonería Argentina junto con otros Orientes Latinoamericanos participamos en la Semana del Clima organizada por la Gran Logia de la República de Chile. Un espacio masónico, filosófico, ambiental y latinoamericano para reflexionar sobre los desafíos éticos que presenta el Cambio Climático y cómo trabajar para potenciar la transición ecológica en nuestro continente.

La transición ecológica que tienen que llevar a cabo nuestras economías y nuestras sociedades, es el mayor desafío colectivo de la humanidad. En este sentido, desde la Masonería Argentina impulsamos los valores de igualdad, libertad y fraternidad; apoyados en el marco de la laicidad y el conocimiento científico, valores necesarios para esta transición. Estamos convencidos de que no podemos perder la fe en nosotros como especie. Es tiempo de repensarnos y trabajar en conjunto frente a este gran desafío planetario, construyendo una sociedad más justa, más respetuosa y más sostenible. 

Lo interesante es que depende de nosotros como humanidad, y eso significa que los líderes que se reúnen deben llegar a acuerdos, deben lograr fijar objetivos y avanzar en una profundización de las reducciones de gases de efecto invernadero, los mecanismos de financiamiento, las metas conjuntas y compartidas. Es decir, un plan global, cooperativo y solidario que permita trabajar juntos por un fin en común: Eso es Fraternidad.